TAN IMPORTANTE COMO UN: ... PUNTO .....



viernes, 5 de noviembre de 2010

El Huevo y la Mujer

De joven solía comparar la mujer con un huevo, diciendo que "lo importante no es la cáscara sino el contenido".

La forma del huevo es hermosa y puede aparecerte arreglada, pintada y deslumbrante.
Su suavidad externa seduce en una caricia, pero no te dice nada de lo que podés encontrar dentro.
Tenés que cuidarlo como una mujer, si presionas mucho, se pierde.

¿Cómo se me puede ocurrir comparar una mujer con un huevo?
Será por su fecundidad, porque guarda algo. Por el color de la yema, que nada en la clara transparente. Simple y puro.
No hay que buscarle pelos al huevo. Para comértelo, tenés que hacerlo con delicadeza y conociendo las consecuencias.
Romper los huevos, lo hace cualquiera. Lo importante es saber como hacerlo.
El huevo tiene varias formas de preparación: duro, frito, poché, revuelto, pasado por agua. Esta última era la que mas me gustaba de chico.
El huevo duro es para los picnic (una versión antigua del touch and go). Sin sal no le encontrás el gusto. Unas mordidas y listo. Ojo que te podés ahogar, pero te lo comés rápido. Recomiendo un trago al final.
El huevo frito es más aceitoso, fácil, caliente, rápido, pero guarda que te quema. Lo tirás en una ágil maniobra a la sartén caliente. La mejor forma de comértelo es a caballo, en erótica comida de jugosa carne. Y a doble caballo, una orgía. Te ensucias hasta la cara. Mojas el pancito para sacarle el jugo. Un gran placer, con posibles consecuencias hepáticas. Pero quién te quita lo bailado (comido).
El huevo poché, en su baño de agua, es para enfermos. Insulso. Parece, pero no tiene gusto a nada. Una decepción. Te quedás con las ganas.
El huevo revuelto está mezclado con otros elementos, como perdido. Solo, no te satisface. No es protagonista. Gusta, pero es compartido. Mejor con pimienta. Un revolcón lo da cualquiera.
El huevo pasado por agua, tiene toda una ceremonia. Esperar los minutos necesarios, para que tenga su punto de cocción. Tomarlo con suavidad y sin apuro. No hay que comérselo de caliente. Si se te hace difícil de agarrar, lo podés mojar un poco. Tenés que apoyarlo con delicadeza, y le sacás la cáscara de la parte superior. Despacio, con unos golpecitos maestros, tratándolo bien. Para que se abra en perfecto círculo, mostrando su clara caliente y apetecible. Te llena de aroma, de expectativa. Metés tu cucharita sin lastimarlo. Te introducís con delicadeza y vas sacando su tesoro bien guardado. Te lo comés despacio, saboreando cada bocado, buscando el elixir de la yema. Podés revolverlo si sos juguetón. Y seguir rascándolo hasta el fondo buscando un poco más. Un placer, para aquellos que tienen paciencia y lo hacen con amor, y se comen esa mujer (perdón, huevo).

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